palabras azules

Los ojos descansan en la ventana infinita
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Te desnudas

Te desnudas.
Nadie como tú para mirar con claridad las cosas de la vida.

Recuerdo la ventana de Paseo con los cambios de luces  -como en el teatro--  noche, día, día y noche. Sin tiempo para ver atardecer.
Y hoy tú, que vienes nuevo, te desnudas.
Miras de otra manera, sientes, vives, haces cosas con las manos, vuelas, sueñas, me dejas verte (estar en tu camino); a veces te odio la inquietud y la inseguridad y esas veces son buenas para quererte.

Recuerdo el mercadillo de 19 y B donde te emocionaron las guayabas: enormes, rosadas. La gente iba o venía sin poder molestarnos. Nosotros levitamos entre "esa muchedumbre china de cebollas decapitadas". 

Diez años después llegas con tantísima ternura, y te desnudas.
Sufres por el deseo de vivir y amar. Entiendes que el destino es lo que siembras y disfrutas la energía de las cosas simples. Tu casa es un espacio de paz que atiendes, que cuidas. Allí renaces y sales a la ciudad con ella encima (o sin nada).

Al son de un vestigio, Portieles
Recuerdo el viaje por el centro de la isla. El camino se vistió de acuarela de pintor naíf. 
- !Cómo entran cosas por los ojos¡.
-Quién pudiera entenderlas-- respondí. 
 Trinidad fue la villa encantada donde descansaron en tus ojos mis ojos.

Esta mañana los temores más sencillos te acompañan. Es lunes y pretendes que la vida empiece; y pretendes más.  Es sólo un lunes inútil para hacer historia, pero tú, necio, te desnudas.

Te veo ser, como veo a Venus, entre las confusiones de pasado y presente. Me veo vivir con dualidades inaceptables para ti. La esperanza se convierte en el naranjo de mi patio o  en el ciprés donde duerme un pedazo de ti.

Hay maravilla en tratar de vivir de todas formas. Un poco, o mucho, de cierta forma se respira. Y con los tonos de la certeza que me da admirarte, siento que cuando te desnudas, no te toco o no me toca.

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