Confundida, trato de no acordarme de tus ojos. La tristeza. El cambio. Tú.
Te veía con la cabeza en una nube de errores. Te sentía con la mirada puesta en un horizonte necesitado de las mil explicaciones que no tengo.
El mundo es un lugar raro, lo sabes, y existimos. Amamos, siempre que podemos, con todos los sentidos. No hay final para las emociones. Se te revuelven dentro del corazón y suenan como locomotoras. Hacen ruidos, cargan cosas, árboles incluso.
Me he vuelto continental. Por eso tiemblo. El miedo se apodera de mis manos y no hay sortijas para jugar. No me siento los dedos. Escribo y van pasando los ruidos del pecho; tomo conciencia, voy por el camino de la calma. Venciendo al ejercicio de sentir que me gustas. Regreso a los te quieros. Los de los amigos del alma. No es pasión, ni amor. No eres tú.
Sé que al final volveremos a unirnos por el arte, por la cultura, por un par de cervezas. Y conversaremos con el corazón reposado, como hermanos de vida. Admirándonos eternamente. Ahora todo es raro, estamos en guerra con aquella noche. Estoy en guerra con Goya, con las mariposas y conmigo porque la fortaleza para hacer bien las cosas la tengo perdida dentro del corazón.
Porque no dejo de pensar y me confunde no saber y me aferro a la locomotora.
El corazón debería ser un órgano. Eso, sangre y carne. No una isla.
Gilda Callejas, diciembre 17 de 2010, en Colima linda.
chido!
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