palabras azules

Los ojos descansan en la ventana infinita
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El ejercicio de amar

Desde la casa de Tere Valdés (amorosa guajira) y Candela, para no explotar


El pasado no debería ser tan importante. Removemos mucho cuando regresa y se apodera de lo que somos, de lo que hacemos. Cambian sentidos, propósitos, discursos, planes y amor.

Si bien no es permanente el azote de un buen o mal pasado, en esos momentos los cuestionamientos de lo que “pudo haber sido” o “lo que vivimos”, permiten sensaciones de melancolía y pesar, o deseos de revivir.

El ejercicio de amar, con sus matices y exigencias, conmueve. Conmueve incluso si ocurrió un montón de años atrás.

Hace unos días estuvo en México alguien que amé intensamente. No pude estar en su concierto del Festival Internacional de Puebla. No pude moverme de Colima, pues son muchas las obligaciones del presente y lindas, gracias a Dios.

Hablamos, con esa frialdad especial que logran quienes tratan de ocultar las emociones. Hablamos, par de veces, con el inconsciente iluminado por esos días en que la isla nos dejó ser afortunados, felices; con el sabor de que pasan los años, no nos amamos, y los caminos nuevos nos enfrentan. Chocamos, como en Panamá, con lo que somos hoy. Quedan las palabras que dejamos con toda intención a las amigas, a los amigos comunes, mensajeros de la realidad que no vivimos ya, y nos remueve todo.

Me inquieta saber si es correcto hablar del porqué renuncié a las madrugadas en tu estudio, a verte reír, llorar; aprender de ti, soñar contigo, a entender tu sempiterna adolescencia y ser feliz. Renuncié a la seguridad de tus manos y tus ojos porque creí que tenía toda la vida por delante (la he tenido) y porque tuve la seguridad de volver a empezar, amar, descubrir (así ha sido); y porque me gusta la claridad (esa que me quitaste aquellos dos segundos que cambiaron nuestros rumbos).

Reflexionaba sobre la fuerza del pasado y el montón de sensaciones cuasi nuevas, quizás concupiscentes, pero influidas por la belleza, ligadas a ejercicios extremos del alma. Con el optimismo de siempre, decido apostar por el presente; dirigir nuestras energías (las que vienen del pasado y las mías) hacia lo que existe y lo que viene. Ayer, enredada en abismos ajenos, y anticipándome a una tristeza superior, logré apagar motores, bajarme de ese carro alado, y caminar por estos senderos míos, seguros, libres.


Gilda Callejas
En Colima encantador, estado del Pacífico mexicano.
11 de junio de 2010

2 comentarios:

  1. Me parece bueno el tema porque hablar del amor y sentirlo es muy alentados, y como dicen los poetas, amores que matan nunca mueren
    Teresa

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